A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

lunes, 17 de octubre de 2011

Imágenes del tranvía eléctrico (3)

En la intersección de las calles O´Reilly y Tacón, esquina fundacional de La Habana antigua, una línea de tranvía eléctrico serpentea hacia el mar, a la Cortina de Valdés. A la derecha, el Palacio del Segundo Cabo, edificación de finales del siglo XVIII, construido para asumir funciones administrativas del gobierno español en la Isla, -en el momento de la foto, sede del Senado de la República. A la izquierda, el Palacio de los Capitanes Generales, terminado de edificar en el año de 1791 para servir como Casa de Gobierno y lugar de residencia del Capitán General, la máxima autoridad política y militar de la Colonia. Al fondo, en el centro , el campanario del Convento de Santo Domingo, iglesia y claustro de la orden de los Dominicos, fundadores en 1728 de la primera Universidad que contó Cuba. Sobre los raíles, las catenarias suspendidas en postes metálicos, encima de las cabezas de los políticos que acudían a las sesiones senatoriales y que veían el hecho, como todos los habaneros, como algo natural, parte del paisaje aéreo urbano. Obsérvese el detalle que la línea descansa no directamente sobre la calle, sino en adoquines de piedra que debían medir medio metro a cada lado. La imagen es de principios del siglo XX.

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