A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

lunes, 12 de marzo de 2012

El final de los tranvías eléctricos en las caricaturas de la época


 LA SUBASTA DE LOS TRANVÍAS
-¿Me puedes prestar uno cincuenta?
-¿Para qué?
-Para comprarme un "Cerro - Parque Central" y convertirlo en casa de apartamentos.
Zig Zag fue una publicación humorística que a través de textos e imágenes reseñaba con picardía e hilaridad acontecimientos de la vida pública del país. Fundado en el año 1938, agrupó en su seno a notables artistas y periodistas que mantuvieron la revista dentro de las preferidas del pueblo, llegando a alcanzar tiradas de cien mil ejemplares, una cifra impresionante para la época. Desapareció en 1960 cuando su dueño marchó a Estados Unidos llevando con él varios de los colaboradores más importantes como Prohías y Bernando Viera. 
Los tranvías no escaparon de la aguda mirada de los humoristas cubanos. Desde finales de los años cuarenta el tranvía era un tema "caliente" para los medios de información, quienes criticaban el deterioro de su parque móvil y de su infraestructura técnica, sobre todo las catenarias. Nicolás Guillén, inolvidable poeta y cronista social, menciona en un artículo de costumbres del año 1950 unos versos "sonrientes y crueles en los que el tranvía era la víctima inmolada":  
Si morir es tu porfía,
esto es, si quieres matarte,
no tienes más que situarte
junto a un tranvía.  

Allí te quedas muy serio,
mas con aire distraído;
te cae en eso el tendido…
¡y al cementerio!  

Decir, pues, no es necesario
que son iguales hoy día
el tendido del tranvía
¡y el funerario!
El mismo Guillén añadiría a continuación con palabras propias: "El tendido de alambres para los trollies ha cedido bajo la acción demoledora de los años y ya no hay viaje sin accidente. Los cables caen a diario, enroscados sobre la calle como finas serpientes, y durante horas y horas permanece el tránsito paralizado en medio de las cuchufletas e ironías de quienes ante el humillante espectáculo aún se muestran con ánimo de reír". 
Obras de reparaciones de la infraestructura tranviaria en la calzada de Jesús del Monte, a mediados de los años cuarenta
Otros escritores y periodistas se sumaban al abierto "choteo" que sufrían los carros eléctricos a través de caricaturas, crónicas y poemas. Siempre dejaba ganancias criticar a un moribundo que no podía siquiera defenderse. Era "moderno" dejar atrás la tradición de un ferrocarril arcaico maniatado por cables. 
Sin embargo la imagen de hoy, extraida de Zig Zag y proporcionada por mi querido amigo Emilio, del año 1951 (la caricatura, no Emilio), muestra otra de las caras del enfoque humorístico, los relacionados con la venta de la empresa estadounidense Havana Electric Railway and Company al gobierno cubano y el destino final de los carros eléctricos, ambos temas cargados de "oscuros matices" en cuanto a componendas políticas y corruptelas económicas. 
Es conocido que vagones de tranvías, bromas aparte, fueron reutilizados una vez terminada su misión en la transportación pública de la capital. Se tiene constancia de carros eléctricos que desprovistos de motor y "truck" funcionaron como puestos de comida rápida, improvisados almacenes y, porque no, de viviendas de indigentes. Tal parece ser el caso en cuestión. Pero detrás del chiste y sus repercusiones se esconde una lamentable verdad que marcaba el sentir de la época: los tranvías habían caido en desgracia y estaban al alcance de cualquiera, pero aún había dinero en juego y "poseerlo" podía estar incluso en la imaginación de un homeless
Triste verdad que hizo reír a muchos cubanos; no podía ser de otra manera.

jueves, 8 de marzo de 2012

"Ángeles de la calle", de Félix B. Caignet (y un tranvía)

Página comercial de la novela radial"Ángeles de la calle", probablemente de la revista Carteles
El genial escritor cubano Félix B. Caignet, inmortalizado por sus novelas radiales y programas televisivos, escribió a finales de los años cuarenta del siglo XX, la serie “Ángeles de la calle”, estrenada en CMQ Radio en 1948 con gran aceptación popular. Se trataba de las andanzas de un grupo de muchachos abandonados que, al no tener hogar, debían deambular por la ciudad para sobrevivir, formando pandillas y tratando de llevar diariamente algo a la boca, sin importar como fuese. Según Mayra Cue, investigadora cubana de la radio, para el mes de marzo de 1949 “Ángeles de la calle” ocupaba el tercer lugar entre los programas más oídos del momento, en el que influyó el hecho de que sus principales protagonistas eran niños.Caignet se propuso sensibilizar a la sociedad habanera sobre esta cara oculta de la ciudad, en aras de revertir la situación si el gobierno y la población influían en ello. 
Este póster  fue uno de los utilizados para promocionar la famosa novela, hoy desconocida en nuestro país. Muestra a la izquierda, debajo, una imagen del autor, mientras que a la derecha pueden verse a estos niños desvalidos corriendo detrás de un tranvía eléctrico. 
En el año 1955 "Ángeles de la calle" se llevó al cine, en una coproducción cubano mexicana que contó con Caignet como guionista, de también mucho éxito. 

jueves, 1 de marzo de 2012

El 388, el último tranvía de La Habana

El carro 388, inmortalizado por un lente anónimo, recorrió las últimas millas de un tranvía en  La Habana
El último tranvía eléctrico que circuló en La Habana lo hizo el 29 de abril de 1952, con su recorrido rutinario desde el paradero del Príncipe, en la Avenida de Carlos III, hasta el parque de San Juan de Dios, en la Habana Vieja. Al parecer, se trató del carro rotulado con el número 388, que aparece en la foto, con su conductor y motorista en pose fotográfica, inmortalizando -¿lo sabrían acaso?-, una imagen mítica para generaciones posteriores que anhelan ver uno de esos en este siglo XXI.
Julio Amoedo, que era el nombre del motorista, regresó al Príncipe en la madrugada, concluyendo el turno de la noche. Al llegar por última vez al paradero el 388, de la ruta P2, se detuvo y detuvo a su vez el tiempo de los tranvías, una era gloriosa que cubrió casi una centuria en nuestro país.
El destino final del parque tranviario fue diverso. La mayoría de los "trucks" fueron vendidos como chatarra a casi cien pesos por pieza; otros se trasladaron a la ciudad de Matanzas, donde los carros eléctricos circularon unos meses más que en la capital y otros fueron enterrados en los alrededores de la Calle 31, la prolongación de la Calle Línea en el municipio de Marianao, donde una de sus avenidas más importantes, la 45, llevó por años el nombre de "Steinhart", el Rey de los Tranvías de La Habana y vecino de Hemingway en su finca La Vigía, en San Francisco de Paula.
Una de las pocas fuentes fieles que nos queda de este transporte público es, precisamente, la literatura y las fotos. Por desgracia no ha llegado hasta nosotros aún un tranvía eléctrico en la actualidad. El patrimonio tranviario habanero debe contentarse por ahora con los raíles semienterrados o supultos en las calles de la ciudad, los antiguos edificios de la empresa o restos de ellos, elementos infraestructurales como postes y catenarias y demás recuerdos del universo tranviario. 
La buena noticia es que aún no se pierden las esperanzas.