A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

martes, 25 de marzo de 2014

Los primeros rieles de la calle 23.

Amplios carriles, arboladuras, céntrica ubicación e historia hacen de la avenida 23 una arteria imprescindible del tráfico habanero. Existente en la geografía capitalina desde la segunda mitad del siglo XIX, en los albores del reparto Vedado, alcanzaría verdadera importancia en el concierto citadino de las primeras décadas de la Cuba republicana, cuando sería delineada prácticamente como la conocemos en la actualidad. De su espledor hablarían las fastuosas edificaciones asentadas a su paso, para darle al Vedado ese aire de grandeza que, por fortuna, aún le acompaña.
La avenida 23 en la actualidad, vial de notable jerarquía en La Habana que enlaza a su paso los municipios de Plaza, -enclave del Vedado-, y Playa, también cuna de otro aún más aristocrático reparto, Miramar, por donde también se estableció el sistema tranvíario habanero.
Pero tal y como ocurríó con otros viales del territorio como Línea y las calzadas de 12 y 17, el desarrollo de la avenida 23 estuvo ligado con la implantación del tranvía "de sangre". Es poco conocido que en el proyecto de urbanización del Carmelo y el Vedado en la segunda mitad del siglo XIX, el tranvía tendría un protagonismo singular, pues quien presenta los planos presentados al Ayuntamiento habanero en el año 1859 sería Don Domingo Trigo, el concesionario de los derechos para el establecimiento del Ferrocarril Urbano de La Habana, la empresa que gestionó el sistema de tranvías por tracción animal y de ómnibus hasta finales del siglo XIX.
De hecho, cuando se analiza el "Plano i Perfil de la población titulada el Carmelo", elaborado por el agrimensor Luís Yboleón Bosque, que engloba desde el punto de vista urbano los barrios de Medina, Rebollo y el propiamente Vedado, puede constatarse la perfecta ordenación del territorio tomando la calzada de Línea como eje vertebrador vial del espacio.
 La calle 23 comenzaría a definirse como un importante vial citadino en la segunda década del siglo XX, coincidente y no de manera casual con la expansión del tranvía eléctrico gerenciado por la Havana Electric Railway and Company. La entonces calle 23 fue uno de los viales escogidos para servir de emplazamiento a los raíles tranviarios. La imagen data del año 1915. 
La simbiosis intereses inmobiliarios y servicios de transportación pública tuvo en el caso del Vedado  su primera manifestación en el ordenamiento al interior de las ciudades, pues el fenómeno en si había tenido lugar desde la construcción de los primeros ferrocarriles cubanos y la fundación de numerosos pueblos a los largo de sus rieles. Por ello 23 se sometió a una serie de trabajos de nivelación de tierras para rellenar, según relata el historiador Juan de las Cuevas Toraya, el gran número de furnias que existían en el área, fundamentalmente desde la calle 19 hasta 27, con el fin de permitir su posterior urbanización.
Con los años comenzarían a venderse los lotes en los alrededores de la avenida 23, especialmente en las primeras dos décadas del siglo XX, estableciéndose en general los sectores pudientes de la población que podían pagar los altos precios exigidos. Para finales de los años veinte el proceso estaría concluido en no poca medida, -ayudado sobremanera por los numerosos carros eléctricos que surcaban sus predios-, contribuyendo a que deviniera también en eje vertebrador del movimiento citadino pero aún con mayor impacto que la pionera calzada de Línea. 
 Momento en que la construcción de la calle 23 está llegando a la hoy concurrida intersección con la calzada de 12, donde en sus cercanías  está ubicado el Cementerio de Colón,  la imponente necrópolis habanera, sustituto desde finales del siglo XIX del Cementerio General, o de Espada, como popularmente se le conocía en la época. En la imagen, del año 1916, pueden observárse los trabajos realizados para extender 23 hasta el Puente de Asbert.