A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

viernes, 20 de noviembre de 2015

El último tranvía...en un hombre de teatro.


Federico Villoch Álvarez (1868 - 1954) es uno de los más reconocidos y multifacéticos escritores de la primera mitad del siglo XX cubano. Su obra literaria incluye piezas teatrales -sobre todo sainetes y operetas- artículos periodísticos y guiones de cine.  Fue asiduo escritor del Diario de la Marina y uno de los empresarios teatrales más exitosos de nuestro país. 
El proceso de desaparición de los tranvías eléctricos tuvo un impacto cultural muy profundo en la sociedad habanera de los años cincuenta. En esta ocasión proponemos a nuestros lectores que conozcan sobre la visión que de este hecho tuvo Federico Villoch, destacado intelectual y uno de más prolíferos dramaturgos de Cuba de todos los tiempos. El aporte principal de su crónica -publicada en la revista Carteles en su edición del 7 de mayo de 1950- está en su vinculación con el universo teatral, un recorrido muy personal de Villoch nutrido por recuerdos de su vida, donde no faltan teatros, actores y personalidades de la época.

Sin más preámbulos, la dejamos a la consideración de nuestros lectores.
¡Disfrútenla!

Vagones eléctricos abandonados a su suerte en las cercanías del Paradero de El Vedado, cruzando el túnel de la calle Línea. Han sido desprovistos del motor y del sistema de rodamiento, aunque algunos conservan los trolles. Fueron los tranvías que utilizó Villoch en su trayecto hacia los teatros Martí y Alhambra, y que después vería morir.

EL ÚLTIMO TRANVÍA

Por FEDERICO VILLOCH

Era en el comienzo del presente siglo. Tanta impaciencia y contento por ver aparecer el primer tranvía y hoy tanta prisa por ver desaparecer el último. Hace medio siglo el público se amontonaba en las esquinas y las plazas para asaltar los tranvías que habían hecho desaparecer las últimas y destartaladas guaguas de Estanillo. Con el tranvía no existía ya ningún sitio distante, y el Cerro, Jesús del Monte y Vedado estaban, como quien dice, al doblar de la esquina y al alcance de la mano. Por nuestra parte tomábamos el carrito eléctrico cuatro y cinco veces al día y en menos de veinte minutos nos trasladábamos de la esquina de Estrada Palma y Calzada de Jesús del Monte, donde vivíamos, a San Miguel y Consulado, a una cuadra del teatro Alhambra, del que éramos empresarios con Arias y Regino López. Y esto por la mañana, por la tarde y por la noche; y cuando íbamos de temporada a Guanabacoa, desde el Muelle de Luz hasta Neptuno y Consolado, donde años atrás se abrió el teatro Lara, del que también, con los mismos compañeros, fuimos empresarios.

Por aquel tiempo y con motivo de los trágicos accidentes de que fueron víctimas algunas personas, se le llamaba al tranvía la funeraria eléctrica. De aquellas víctimas recordamos al popular maestro de la orquesta del Albisu, Modesto Julián, que perdió la pierna derecha al apearse y ser arrollado por el tranvía, que cuando había exceso de pasaje se le agregaba al carro propulsor y se le llamaba la langosta, lo que motivó que se suprimiera en lo adelante por peligroso este segundo tranvía. Después vinieron las ampliaciones de Marianao, la Víbora, la Chorrera, etc.,etc.

La Habana se extendió con nuevos repartos y el tranvía resultaba para todos una bendición del cielo. Como autores vernáculos atentos siempre a la actualidad, su tiempo estrenamos en Alhambra un apropósito titulado El Tranvía Eléctrico, en uno de cuyos cuadros una magnifica decoración de Miguel Arias representaba el interior de un tranvía donde viajaba una familia de guajiros recién llegados a La Habana e interpretados por el viejo Castillo, la vieja Inés Velazco, Sarzo, Raúl del Monte y las artistas Pilar Jiménez, Angelita Daupí y otras. En su primer periodo presidencial venía a Palacio por la mañana don Tomas Estrada Palma modesto pasajero en un tranvía que tomaba a la puerta de su casa en la Calzada de San Lázaro, no corrían aún los colas de pato ni se conocía el tipo del empleado gubernamental enriquecido a costa del Tesoro Público. Entonces se consideraba una bendición del cielo que el carrito pasase por delante o por la esquina de nuestras casas.

* * *

Un recuerdo interesante de los primeros tranvías. Una mañana del año 1906 cruzaba frente al restaurante La Estrella, en la esquina de Consulado y Neptuno, un tranvía que iba marcado con el número 126. En la vidriera del citado restaurante había una hoja de la Lotería Nacional que también tenía ese número 126 y el conocido cronista teatral Pancho Hermida, que estaba allí y vio la coincidencia, compró el billete y al día siguiente era poseedor de diez mil pesos, pues el tal billete salió premiado en el gordo. Hermida gastó gran cantidad de aquello diez mil pesos en prendas y regalos que le hizo a una tiple del teatro Albisu de la cual estaba perdidamente enamorado…

Y también un recuerdo para los carritos urbanos tirados por mulas que salían de San Juan de Dios y nos trasladaban al Cerro y Jesús del Monte y en los que a menudo éramos compañeros de viaje Alberto Jorrín, muerto después en un duelo en La Cabaña, Sanguily y su íntimo Manuel de la Cruz; Don Salvador Alamilla, el Dr. Lanuza y otras personalidades habaneras de aquel tiempo.

Sostuvimos íntima amistad con el Dr. Tremols, abogado defensor de la Habana Eléctrica, el cual, ante todas las reclamaciones que se le hacían a la empresa, esgrimía este argumento invulnerable: “El tranvía va por su línea” y la empresa resultaba siempre absuelta.

Cuando se  inauguró la línea de Marianao estrenamos en Alhambra un apropósito titulado De La Habana a Marianao en el que Pilar Jiménez y Adolfo Colombo cantaban un lindo bolero de Jorge Ankerman con ésta letra:
Tu corazón es tranvía
lleno de alegres viajantes
y como en el no cabía
yo lo abandoné al instante

También queremos dedicar un recuerdo a las antiguas guaguas de Estanillo, que muchas veces tomábamos dando la casualidad que iba de cochero el popular pelotero Julián Castillo quien nos contaba cosas y detalles interesantes de beisbol. Hoy lo hemos visto de modesto empleado en el Stadium del Cerro y hemos murmurado: Sic transit gloria mundi. Según se va avanzando en el camino de la vida vamos encontrando al paso muchos ULTIMOS TRANVÍAS.

El último tranvía recuerda aquellas épocas cubanísimas en que se jugaba a la pelota en los desaparecidos terrenos de Almendares con novenas en que sólo figuraban jugadores criollos, entre ellos los muy notables Méndez –el Diamante Negro- Julián Castillo, Jacinto Calvo, Marsans, Luque, etc., etc.; cuando se veía al inolvidable cronista Víctor Muñoz en la caseta de los reporteros escribiendo sus interesantes crónicas salpicadas de frases pintorescas de su invención; cuando se oía la voz de trueno de Regino López alentando a sus simpatizadores  los habanistas; y después de vuelta en el tranvía, las escandalosas discusiones entre Benito Aranguren, almendarista que comía gente, y los defensores de la enseña roja.
Y así, como nosotros recordamos estos detalles íntimos de personas y sucesos relacionados con los tranvías eléctricos suponemos que también los antiguos empleados del tranvía recordarán muchos detalles de su vida velando este cadáver que en breve será conducido a su último reposo, y de esos empleados recordados a José Santa María, Costa, José García Socorro, y otros. Sin duda, será un acontecimiento interesante y doloroso ver desfilar por las calles de La Habana EL ULTIMO TRANVÍA.

viernes, 23 de octubre de 2015

Los orígenes del tranvía de "sangre" habanero (1)

Cruce de líneas de tranvías en la intersección de las calzadas de Belascoaín y San Lázaro, dos arterias vitales de la movilidad urbana en la capital desde las primeras décadas del siglo XIX.
La Habana de la segunda mitad del siglo XIX tenía varias líneas de ferrocarriles que permitían conectar las zonas productoras azucareras del Sur y el Este con el puerto. Ningún itinerario ferroviario brindaba servicio de transportación de pasajeros al interior de la ciudad y prácticamente era embrionaria la conexión con los poblados allende las murallas. Tampoco fue asumida esta tarea, entre otros factores debido a las limitaciones tecnológicas, por las irregulares líneas de quitrines, calesas y ómnibus, con un peso cuantitativo en la movilidad urbana limitado. Esta función le correspondió al tranvía de trancción animal o de "sangre", introducido para remodelar el sistema de transporte público existente y masificar el movimiento de pasajeros en la capital. 

Una imagen quizás de finales del siglo XIX o principios del XX, de la calzada de Carlos III, Puede observarse, a la izquierda, la línea de tranvía de tracción animal y al centro, un coche de caballos (ómnibus), puesto en explotación por la misma empresa.
La primera concesión que sentó las bases para el reinado del tranvía entre los medios de transportación de La Habana fue el Real Decreto del 5 de febrero de 1859, mediante el cua la Empresa del Ferrocarril Urbano de La Habana, administrada por el ciudadano español José Domingo Trigo (pionero del tranvía madrileño) podía poner en funcionamiento cuatro itinerarios de tranvías que cubrían una parte considerable de la ciudad habitada. 
Sin embargo, es importante decir que no fue la primera compañía de su tipo iniciada en Cuba, pues le precedería por más de una década el llamado “tranvía de Guanabacoa”, un modesto servicio de transporte urbano con el propósito de enlazar dos poblados ultramarinos, Guanabacoa y Regla.
Los tranvías permanecieron durante todo el siglo XIX movidos por tracción animal. Habría que esperar el fin de la contienda bélica del año 1895 y que apareciera el financiamiento necesario para emprender la titánica obra de introducir la electricidad en las líneas de tranvías de La Habana, privilegio que estaría destinado, ya en el siglo xx, al capital foráneo.  

jueves, 9 de abril de 2015

Autos nuevos y tranvías viejos...


La Habana es en términos de autos antiguos, un museo rodante. Por sus calles circulan todos los días infinidad de modelos de la Ford, Chevrolet, Cadillac y Dodge, entre otros, de los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Buena parte del servicio de taxis en la ciudad es asumido por estos "carros viejos", que se resisten a desaparecer.
Los automóviles fueron introducidos en Cuba a finales del siglo XIX. Contrario a lo que pudiera pensarse, fueron autos europeos y no estadounidenses los primeros en llegar. De hecho, no fue hasta el año 1902 cuando arribó desde los Estados Unidos un Locomobile movido a vapor. Los tranvías por su parte, llegaron un poco antes, en el año 1900, durante el periodo de administración militar estadounidense (1899 - 1902). Para 1913 había un millar de autos circulando en todo el territorio nacional, aunque la mayoría lo hacía en la capital. En ese mismo año estaban en servicio en La Habana unos 150 carros eléctricos.

Uno de los primeros automoviles traidos a Cuba. Se trata de un Oldsmobile de gasolina, el llamado "Curved Dash", producido en serie en los Estados Unidos desde 1901 hasta 1907. Era un modelo abierto, con un solo cilindro, 5 caballos de fuerza, capacidad para dos pasajeros y un costo en su época de unos 650 dólares.
Para principios de los treinta del siglo XX los autos tuvieron mucha más presencia. Los precios de venta habían ido disminuyendo con los años, se construyeron nuevas carreteras como la Central (1931) y se promovía cada vez más la imagen del auto particular para la familia que proporcionaba placer, libertad y sentido de bienestar. El transporte tranviario iba, al mismo tiempo, en descenso. No se hacían muchas inversiones en infraestructura ni se añadían nuevos vagones al servicio público. Puede afirmarse que en Cuba también el éxito de los automóviles se basó en la caída del tranvía.

Un viejo tranvía , el número 240, pasa junto a varios autos nuevos de manufactura estadounidense, en la década del cuarenta del siglo XX. Dos medios de transporte con diferentes concepciones tecnológicas, económicas, sociales y culturales. Entonces en esos tiempos los autos eran nuevos, circulaban modelos "del año", los mismos que hoy tienen más de seis décadas de explotación. El tranvía desaparecería. Los autos no.