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Federico Villoch Álvarez (1868 - 1954) es uno de los más reconocidos y
multifacéticos escritores de la primera mitad del siglo XX cubano. Su obra
literaria incluye piezas teatrales -sobre todo sainetes y operetas- artículos periodísticos y guiones de cine. Fue asiduo escritor del Diario de la Marina y uno de los empresarios teatrales más exitosos de nuestro país.
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El proceso de desaparición de los tranvías eléctricos tuvo un impacto cultural muy profundo en la sociedad habanera de los años cincuenta. En esta ocasión proponemos a nuestros lectores que conozcan sobre la visión que de este hecho tuvo Federico Villoch, destacado intelectual y uno de más prolíferos dramaturgos de Cuba de todos los tiempos. El aporte principal de su crónica -publicada en la revista Carteles en su edición del 7 de mayo de 1950- está en su vinculación con el universo teatral, un recorrido muy personal de Villoch nutrido por recuerdos de su vida, donde no faltan teatros, actores y personalidades de la época.
Sin más preámbulos, la dejamos a la consideración de nuestros lectores.
¡Disfrútenla!
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Vagones eléctricos abandonados a su suerte en las cercanías del Paradero de El Vedado, cruzando el túnel de la calle Línea. Han sido desprovistos del motor y del sistema de rodamiento, aunque algunos conservan los trolles. Fueron los tranvías que utilizó Villoch en su trayecto hacia los teatros Martí y Alhambra, y que después vería morir. |
EL ÚLTIMO TRANVÍA
Por FEDERICO VILLOCH
Era
en el comienzo del presente siglo. Tanta impaciencia y contento por ver
aparecer el primer tranvía y hoy tanta prisa por ver desaparecer el último.
Hace medio siglo el público se amontonaba en las esquinas y las plazas para
asaltar los tranvías que habían hecho desaparecer las últimas y destartaladas
guaguas de Estanillo. Con el tranvía no existía ya ningún sitio distante, y el
Cerro, Jesús del Monte y Vedado estaban, como quien dice, al doblar de la
esquina y al alcance de la mano. Por nuestra parte tomábamos el carrito eléctrico
cuatro y cinco veces al día y en menos de veinte minutos nos trasladábamos de
la esquina de Estrada Palma y Calzada de Jesús del Monte, donde vivíamos, a San
Miguel y Consulado, a una cuadra del teatro Alhambra,
del que éramos empresarios con Arias y Regino López. Y esto por la mañana, por
la tarde y por la noche; y cuando íbamos de temporada a Guanabacoa, desde el
Muelle de Luz hasta Neptuno y Consolado, donde años atrás se abrió el teatro Lara, del que también, con los mismos
compañeros, fuimos empresarios.
Por
aquel tiempo y con motivo de los trágicos accidentes de que fueron víctimas
algunas personas, se le llamaba al tranvía la
funeraria eléctrica. De aquellas víctimas recordamos al popular maestro de
la orquesta del Albisu, Modesto Julián,
que perdió la pierna derecha al apearse y ser arrollado por el tranvía, que
cuando había exceso de pasaje se le agregaba al carro propulsor y se le llamaba
la langosta, lo que motivó que se
suprimiera en lo adelante por peligroso este segundo tranvía. Después vinieron
las ampliaciones de Marianao, la Víbora, la Chorrera, etc.,etc.
La
Habana se extendió con nuevos repartos y el tranvía resultaba para todos una
bendición del cielo. Como autores vernáculos atentos siempre a la actualidad,
su tiempo estrenamos en Alhambra un
apropósito titulado El Tranvía Eléctrico,
en uno de cuyos cuadros una magnifica decoración de Miguel Arias representaba el
interior de un tranvía donde viajaba una familia de guajiros recién llegados a
La Habana e interpretados por el viejo Castillo, la vieja Inés Velazco, Sarzo,
Raúl del Monte y las artistas Pilar Jiménez, Angelita Daupí y otras. En su
primer periodo presidencial venía a Palacio por la mañana don Tomas Estrada Palma
modesto pasajero en un tranvía que tomaba a la puerta de su casa en la Calzada
de San Lázaro, no corrían aún los colas
de pato ni se conocía el tipo del empleado gubernamental enriquecido a
costa del Tesoro Público. Entonces se consideraba una bendición del cielo que
el carrito pasase por delante o por la esquina de nuestras casas.
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Un recuerdo
interesante de los primeros tranvías. Una mañana del año 1906 cruzaba frente al
restaurante La Estrella, en la
esquina de Consulado y Neptuno, un tranvía que iba marcado con el número 126.
En la vidriera del citado restaurante había una hoja de la Lotería Nacional que
también tenía ese número 126 y el conocido cronista teatral Pancho Hermida, que
estaba allí y vio la coincidencia, compró el billete y al día siguiente era
poseedor de diez mil pesos, pues el tal billete salió premiado en el gordo. Hermida gastó gran cantidad de
aquello diez mil pesos en prendas y regalos que le hizo a una tiple del teatro Albisu de la cual estaba perdidamente
enamorado…
Y
también un recuerdo para los carritos urbanos tirados por mulas que salían de
San Juan de Dios y nos trasladaban al Cerro y Jesús del Monte y en los que a
menudo éramos compañeros de viaje Alberto Jorrín, muerto después en un duelo en
La Cabaña, Sanguily y su íntimo Manuel de la Cruz; Don Salvador Alamilla, el
Dr. Lanuza y otras personalidades habaneras de aquel tiempo.
Sostuvimos
íntima amistad con el Dr. Tremols, abogado defensor de la Habana Eléctrica, el
cual, ante todas las reclamaciones que se le hacían a la empresa, esgrimía este
argumento invulnerable: “El tranvía va por su línea” y la empresa resultaba
siempre absuelta.
Cuando
se inauguró la línea de Marianao
estrenamos en Alhambra un apropósito titulado De La Habana a Marianao en el que
Pilar Jiménez y Adolfo Colombo cantaban un lindo bolero de Jorge Ankerman con
ésta letra:
Tu corazón es tranvía
lleno de alegres viajantes
y como en el no cabía
yo lo abandoné al instante
También
queremos dedicar un recuerdo a las antiguas guaguas de Estanillo, que muchas
veces tomábamos dando la casualidad que iba de cochero el popular pelotero
Julián Castillo quien nos contaba cosas y detalles interesantes de beisbol. Hoy
lo hemos visto de modesto empleado en el Stadium
del Cerro y hemos murmurado: Sic transit
gloria mundi. Según se va avanzando en el camino de la vida vamos
encontrando al paso muchos ULTIMOS TRANVÍAS.
El
último tranvía recuerda aquellas épocas cubanísimas en que se jugaba a la
pelota en los desaparecidos terrenos de Almendares con novenas en que sólo
figuraban jugadores criollos, entre ellos los muy notables Méndez –el Diamante
Negro- Julián Castillo, Jacinto Calvo, Marsans, Luque, etc., etc.; cuando se
veía al inolvidable cronista Víctor Muñoz en la caseta de los reporteros
escribiendo sus interesantes crónicas salpicadas de frases pintorescas de su
invención; cuando se oía la voz de trueno de Regino López alentando a sus
simpatizadores los habanistas; y después
de vuelta en el tranvía, las escandalosas discusiones entre Benito Aranguren,
almendarista que comía gente, y los defensores de la enseña roja.
Y
así, como nosotros recordamos estos detalles íntimos de personas y sucesos
relacionados con los tranvías eléctricos suponemos que también los antiguos
empleados del tranvía recordarán muchos detalles de su vida velando este
cadáver que en breve será conducido a su último reposo, y de esos empleados
recordados a José Santa María, Costa, José García Socorro, y otros. Sin duda,
será un acontecimiento interesante y doloroso ver desfilar por las calles de La
Habana EL ULTIMO TRANVÍA.