A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

jueves, 17 de noviembre de 2011

Accidentes de tranvías en la memoria (2)

Una huelga estudiantil, en los alrededores de la Universidad de La Habana, la emprende contra los tranvías para demostrar su descontento con el gobierno. En no pocas ocasiones los tranvías sufrieron de las iras populares, sobre todo durante la década de los treinta del siglo pasado, -momento captado por la imagen-, cuando era bastante frecuente que estudiantes y trabajadores usaran métodos violentos contra los tranvías para buscar la atención del gobierno en aras de exigir demandas. En la foto, se observa como algunos estudiantes están untando jabón en los raíles para descarrilar los carros, mientras otros se suben en masa en los vagones. Otras "técnicas" de sabotaje incluían despegar los troles de las catenarias, bloquear las líneas con objetos pesados o impedir el paso situándose frente a los carros, en barrera humana. 
El júbilo popular también utilizó los tranvías como medio de expresión. Recuerdan los más ancianos que el triunfo electoral del Dr. Grau San Martín (1944) fue muy celebrado en la capital y fueron muchos los habaneros que se encaramaban sobre los vagones para gritar, bailar o proferir emotivos discursos. Entonces los tranvías eran improvisados proscenios o simplemente tarima de felicidad populachera, me cuenta el señor Emilio Pérez Cuerdo, vecino de la calle O´Reilly, quien vivió esta experiencia y no pocas veces montó tranvía.
Los carros eléctricos, en avenidas de bajadas a velocidad de hasta 30 kilómetros por hora, sobre raíles resbaladizos (por el jabón), eran una amenaza pública. Los accidentes no dejaban de ser una posibilidad. Por suerte, muchas veces el motorista era advertido del sabotaje y sencillamente paraba el carro en medio de la calle, provocando una congestión del tráfico que paralizaba esa parte de la ciudada. Los huelguistas, -a veces los mismos trabajadores tranviarios-, estaban satisfechos: tenían una crisis, habían logrado su objetivo.

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