A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

viernes, 27 de abril de 2012

Las huellas del tranvía en La Habana (1)

 Aún al descubierto los raíles de la cortina de Valdés, herrumbrosos y maltrechos, aún hermosos...
En la antigua cortina de Valdés, en el frente del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, aún están a la vista  los raíles del tranvía eléctrico. Han resistido el paso del tiempo, a desenterramientos y enterramientos de kilómetros de líneas que antaño surcaban la ciudad. Hoy se miran como a las ruinas de un edificio medio derrumbado, con algo de respeto y de añoranza. Y al final uno no deja de preguntarse, pues la imaginación tiene sus límites, cómo sería el paso de los carros eléctricos sobre ellos, los ruidos del vagón en su traqueteo, los chirridos de las ruedas en las calles, las campanillas anunciando las paradas, los gritos, los chispazos eléctricos de los trolles, los colores, las ilusiones de los pasajeros, la vida sobre los trucks...

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