A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

jueves, 1 de marzo de 2012

El 388, el último tranvía de La Habana

El carro 388, inmortalizado por un lente anónimo, recorrió las últimas millas de un tranvía en  La Habana
El último tranvía eléctrico que circuló en La Habana lo hizo el 29 de abril de 1952, con su recorrido rutinario desde el paradero del Príncipe, en la Avenida de Carlos III, hasta el parque de San Juan de Dios, en la Habana Vieja. Al parecer, se trató del carro rotulado con el número 388, que aparece en la foto, con su conductor y motorista en pose fotográfica, inmortalizando -¿lo sabrían acaso?-, una imagen mítica para generaciones posteriores que anhelan ver uno de esos en este siglo XXI.
Julio Amoedo, que era el nombre del motorista, regresó al Príncipe en la madrugada, concluyendo el turno de la noche. Al llegar por última vez al paradero el 388, de la ruta P2, se detuvo y detuvo a su vez el tiempo de los tranvías, una era gloriosa que cubrió casi una centuria en nuestro país.
El destino final del parque tranviario fue diverso. La mayoría de los "trucks" fueron vendidos como chatarra a casi cien pesos por pieza; otros se trasladaron a la ciudad de Matanzas, donde los carros eléctricos circularon unos meses más que en la capital y otros fueron enterrados en los alrededores de la Calle 31, la prolongación de la Calle Línea en el municipio de Marianao, donde una de sus avenidas más importantes, la 45, llevó por años el nombre de "Steinhart", el Rey de los Tranvías de La Habana y vecino de Hemingway en su finca La Vigía, en San Francisco de Paula.
Una de las pocas fuentes fieles que nos queda de este transporte público es, precisamente, la literatura y las fotos. Por desgracia no ha llegado hasta nosotros aún un tranvía eléctrico en la actualidad. El patrimonio tranviario habanero debe contentarse por ahora con los raíles semienterrados o supultos en las calles de la ciudad, los antiguos edificios de la empresa o restos de ellos, elementos infraestructurales como postes y catenarias y demás recuerdos del universo tranviario. 
La buena noticia es que aún no se pierden las esperanzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario