A modo de preámbulo

Hace apenas seis décadas que los tranvías dejaron de ser el principal medio de transporte público con que contaba La Habana. Entonces unas treinta líneas eran servidas por cientos de carros eléctricos que recorrían diariamente miles de millas por toda la ciudad, enlazando áreas residenciales con parques industriales, hoteles con centros nocturnos, mercados y centros comerciales con escuelas y repartos. La vida iba a la par del tranvía. Paraderos, plantas eléctricas, estaciones y oficinas, eran elementos de un paisaje urbano desgraciadamente llamado a desaparecer...

Todo esto fue el tranvía. Raíles que horadaron calles y avenidas que llegan, inutilizados, a nuestros días, cables aéreos entretejidos en tupida red de cobre y bronce, ruidos y silencios sumergidos en la historia de los barrios y sus habitantes, huella arquitectónica, histórica y cultural reflejo de los ritmos trepidantes de la modernidad...

En esencia, un aval más que suficiente para ser recordados por todo lo que hizo por nuestra ciudad...

jueves, 29 de septiembre de 2011

Postales de La Habana con tranvías eléctricos (3)

Una imagen del tranvía eléctrico sobre la Calzada de Vives, en la intersección con la Calzada de Cristina, cercano a la Estación del Ferrocarril del Oeste, en los inicios del siglo XX. Los carros que seguían esta trayectoria se dirigían hacia Jesús de Monte ( La Víbora), recorrido que, según nos reseña en su libro Cualquier tiempo pasado fue... el escritor Eduardo Robreño, era todo una vía crucis transitar debido a "sus interminables paradas: Tamarindo, Toyo, con su panadería y célebre bodegón, la pronunciada elevación donde estaba y está la iglesia El Buen Pastor. Desde allí se bajaba en rápido impulso y después de pasar por la esquina de San Francisco, se cruzaba por la ya prometedora Santa Catalina, vislumbrándose enseguida la ostentosa mansión de la familia Párraga y ¡ya! Estábamos en el Paradero. Total: tres cuartos de hora invertidos en el trayecto". Una crónica excepcional sobre un medio de transporte que pasó de revolucionar los criterios de tiempo y espacio en los primeros años republicanos, para  devenir símbolo de atraso y motivo de burlas de la sociedad habanera.

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